jueves, 17 de marzo de 2016



No os preguntáis porque nos gusta tanto caer al vació y sufrir...?

Yo me lo pregunté a partir del momento en que volví a caer en el inmenso calor que me ofrecían sus brazos, y de repente sin pensarlo prácticamente, volvimos a ser aquellas personas soñadoras, que disfrutaban y reían, en fin, que vivían. Pero después volvimos a caer irremediablemente de nuevo al vació, al frió, a ese frió que duele, que quema, a ese frió que cualquier cosa que toque, al caer se romperá, pero esta vez me dí cuenta que ya no había vuelta atrás... estábamos rotos, ya no eramos nada, ni nadie.

Un día mirando como rompían las olas del mar me di cuenta de lo bonito que era romperse, la fuerza del mar haciendo erosión contra la roca.. lo mismo nos pasó a nosotros, la erosión nos hizo arena, porque no hay mar sin arena, no había forma de caer sin dolor.
Precisamente por eso tenía miedo, como cuando baja la niebla y no ves nada, o como cuando te quedas a oscuras y no encuentras el interruptor, porque cuando no ves nada es como estar sola y aun que oigas voces que te guían no eres capaz de comprenderlas, como un lobo sin aullido, sin colmillos y sin su astuto olfato...

Mientras, él, estaba preocupado buscando sus pedazos y no veía nada más, y yo... yo solo podía mirar hacia arriba y observar las nubes que traían la tormenta, el huracán, el apocalipsis, el fin del mundo, pero... no tenía ningún miedo de lo que se acercaba, lo que realmente me daba miedo, era que habría vuelto a caer al vacío una y otra vez contigo si hubiese sido en tus brazos.

2 comentarios: